"La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas"
(Karl Marx)

lunes, 12 de marzo de 2012

Política y Cambio Climático


“Only when the last tree has died and the last river been poisoned and the last fish been caught will we realise we cannot eat money” (Proverbio de los indios Cree)
(“Sólo cuando haya muerto el ultimo árbol, el último río haya sido contaminado y el último pez haya sido pescado, nos daremos cuenta que el dinero no se puede comer”)

El cambio climático es, probablemente, el mayor reto ante el que tengamos que enfrentarnos como civilización. A estas alturas, quién más quién menos es consciente de en qué consiste este fenómeno y las principales repercusiones que puede traer. Su principal causa son las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), en su gran mayoría derivadas de la actividad humana, y las consecuencias que puede traernos incluyen desde la aparición o aceleración de cambios ecosistémicos (desertización, aceleración del ciclo hidrológico y consecuentes fenómenos meteorológicos catastróficos,…) al aumento del nivel del mar debido al deshielo.
El cambio climático es, por lo tanto, un  problema complejo debido a que, a pesar de que sus causas son focalizadas en una serie de países muy acotados; sus consecuencias son de alcance global y magnitud incalculable.

El Fracaso de las medidas o "La economía por delante"

Abordar este problema es, por lo tanto, la mayor prioridad que se nos plantea, de ello depende el futuro de los recursos de los que disponemos y la habitabilidad de los ecosistemas; y requiere de una acción decidida por parte de los países industrializados que somos, en gran parte, los causantes del problema.
En este sentido, se vienen realizando anualmente las Convenciones Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, en las que se intenta adoptar una política común de acción para abordar el problema. El fracaso de estas cumbres es evidente año tras año, a pesar de ser algo en lo que debería ponerse el cuello a nivel diplomático.

La principal causa de los sucesivos fracasos en la negociación de una política común contra el cambio climático es que las partes negociadoras anteponen el interés particular al bien común, haciendo imposible un acuerdo al no haber disposición a la adopción de políticas comunes a la vez que justas. En resumen, los países buscan la maximización de su beneficio político-económico particular, aun siendo éste a costa del beneficio común.
Por parte de los países industrializados, se priorizan el crecimiento y desarrollo económico y monetario. Muestras de ello las podemos encontrar en cualquier nación, de las que no es una excepción España. Hace un mes, nuestro ministro de Medio Ambiente (entre otras muchas carteras), declaraba que “Sólo si la política medioambiental es viable económicamente puede mantenerse a largo plazo. Lo contrario es engañarse”. La realidad es que la contaminación es un elemento externo al sistema económico y por lo tanto se trata como un efecto colateral del desarrollo de los países.

El único intento por integrar las emisiones de CO2 (que sólo son una de las externalidades causantes del cambio climático, entre otras) al sistema económico es el conocido protocolo de Kyoto, que no entró en vigor hasta 2004 cuando Rusia lo ratificó, y que expira este año 2012. La realidad es que Kyoto ha sido un fracaso absoluto de la política internacional, pues es un tratado injusto que no reparte equitativamente las emisiones de CO2 entre los países (lo hace por criterios históricos, a quién más contaminaba se le regalaron más derechos de emisión)  y por lo tanto ha significado una barrera que ha perpetuado, sino aumentado, la injusticia ambiental existente.
Kyoto es, además, el “cambiar las cosas para que sigan igual”. Al ser una internalización económica de las emisiones de CO2, se consigue que quién tiene recursos económicos para pagar por dichas emisiones puede permitirse ese “lujo”, mientras que quien no dispone de dichos recursos está condenado a ser “respetuoso” con el medio ambiente. Es importante también mencionar otro error de concepto, y que no se contabiliza como emisiones de CO2 la desforestación, uno de los más importantes aceleradores del cambio climático (a nivel de cantidad de CO2 en la atmósfera, es lo mismo emitirlo que destruir su principal fuente de absorción, los bosques). Dicho error de concepto es muy grave, pues se establece qué es contaminación y qué no forma arbitraria, favoreciendo (intencionadamente o no) ciertas prácticas sobre otras.

La cumbre por el cambio climático realizada en Durban en Diciembre de 2012 nació con la voluntad de alcanzar un nuevo acuerdo mundial y murió llegándose solamente a un acuerdo para crear un acuerdo en un futuro. Es decir, huida hacia adelante y posponer un acuerdo que es imprescindible a la vez que urgente.
Y mientras tanto, perpetuamos y exportamos al resto del mundo nuestro modelo social basado en el consumo intensivo de recursos y su consecuente generación de residuos y contaminación. Basado en la externalización de costes sociales y medioambientales que hacen económicamente viables procesos que en realidad son un atentado a la dignidad humana y a los ecosistemas en los que convivimos. Basado en el transporte y la movilidad a elevadas velocidades que requieren de más y más consumo energético (en particular de petróleo) para perpetuarse.

Hacia una nueva conciencia social

Pero, ¿como podemos pretender reducir las emisiones de gases de efecto invernadero sin cuestionar un modelo económico que propugna el crecimiento perpetuo a cualquier costa?
Resulta un auténtico reto tecnológico aumentar la producción y consumo de bienes a la vez que se reducen las externalidades derivadas de ese proceso. El aumento en la eficiencia de los procesos tarde o temprano se verá contrarrestado por el incremento en el consumo al que se nos aboca des del sistema económico.

La naturaleza es, pero, tozuda, y la realidad es que si no afrontamos el problema de forma voluntaria, vamos a tener que hacerlo de forma obligada, pues la máquina capitalista nos lleva de cabeza al abismo medioambiental, y lo hace con el acelerador pisado en aras de la competitividad económica.

Es por lo tanto de una importancia capital poner en primera línea de la agenda política la adopción de medidas justas, equitativas y, sobretodo, efectivas para abordar el problema del cambio climático. Pero para que este cambio de perspectiva ocurra es necesario que popularmente se exija este cambio de tendencia, que se trabaje con las (pocas) herramientas a nuestro alcance para que se produzca dicha transición desde una política de confrontación en temas “menores” a una política que tenga en el centro de su objetivo las medidas para atacar la incipiente crisis energética y medioambiental en la que nos ha metido el modelo capitalista.
¿Por qué seguimos votando partidos políticos cuyos principales objetivos son la lucha nacionalista, racista o religiosa en vez de partidos políticos que quieran actuar y actúen contra un problema mucho mayor y que nos afecta a todos por igual?
¿Por qué seguimos participando del problema en vez de actuar para solucionarlo? Comprar productos de proximidad, no coger el coche siempre que la alternativa en transporte público sea competitiva, intentar alargar la vida de los productos, pueden parecer medidas menores pero adoptadas colectivamente pueden tener mucho poder. Porque, por ejemplo, si nadie comprara verduras fuera de temporada, ¿le podría salir a cuenta a alguien traerlas desde la otra mitad del mundo?

El modelo social en el que participamos nos aliena de la naturaleza, y eso hace más difícil tomar consciencia de la magnitud del problema. Pero como seres vivos habitantes de la Tierra, necesitamos de ella para nuestra supervivencia y bienestar. No podemos, como venimos haciendo, anteponer nuestro interés particular al interés común, pues en el caso del cambio climático la injusticia que estamos generando es intergeneracional.
Nos estamos jugando entregar a las generaciones venideras una fuente de recursos devastada y un ecosistema al borde del colapso, comprometiendo de forma crítica su capacidad para desarrollarse plenamente como seres humanos.

“Old appeals to racial, sexual and religious chauvinism, to rabid nationalism fervor, are beginning not to work. A new consciousness is developing which sees the earth as a single organism, and recognizes that an organism at war with itself is doomed” (Carl Sagan)
(“las viejas apelaciones al chovinismo racial, sexual o religioso, al rabioso fervor nacionalista están empezando a no funcionar. Una nueva consciencia se está desarrollando, que ve la Tierra como un solo organismo y que reconoce que un organismo en guerra consigo mismo está muerto”)



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